La conversación entre Marta y Fina está llena de culpa, resentimiento y la posibilidad de redención. Marta comienza disculpándose por sus duras palabras del día anterior y reafirma que su sobrino, Andrés, no es responsable de la muerte de Mateo. Con firmeza, le insiste a Fina en que debe aceptar esa verdad de una vez por todas.
Sin embargo, Fina sigue atrapada en su enojo. Para ella, Mateo seguiría con vida si Andrés hubiera tomado decisiones diferentes, si hubiera despedido antes a la persona que terminó siendo responsable y si hubiera revisado la furgoneta en la que ocurrió la tragedia. Su dolor la lleva a aferrarse a esa idea, incapaz de soltar la culpa que ha depositado sobre Andrés.
Marta la confronta directamente: “¿Vas a seguir culpándolo con este odio sin sentido?” Fina, en un momento de sinceridad, admite que aferrarse a esa culpa es lo único que le da cierto alivio, aunque en el fondo sabe que no es justo. A pesar de todo, le promete a Marta que intentará no seguir haciéndole daño a Andrés, reconociendo que él ya ha sufrido bastante.
Marta no se deja llevar por las promesas y le advierte que su odio solo le está haciendo daño a ella misma. Fina lo sabe, pero confiesa que le resultaría más fácil seguir adelante si Marta la perdonara. Sin embargo, Marta le responde con dureza: “Antes de hablar de perdón, primero aprende a perdonarte a ti misma. Solo entonces podrás considerar perdonar a Andrés.”
Fina, visiblemente afectada, admite que no sabe si es capaz de hacerlo, pero aún así, le pregunta a Marta qué puede hacer para ganarse su perdón. La respuesta es clara: si realmente quiere reparar el daño causado, debe corregir su error. Como en su momento acudió a un periodista para acusar a Andrés, ahora debe asegurarse de que ese mismo periodista publique la verdad y limpie su nombre.
Tras un momento de reflexión, Fina finalmente acepta hacerlo. Ya no se trata solo de justicia, sino también de hacer lo correcto por Marta, por Andrés y, en el fondo, por ella misma.