Marta entra en la habitación de Fina sin dudarlo, se acerca a ella y la besa con una pasión incontrolable. El momento es intenso, lleno de emoción y deseo. Sin embargo, cuando el beso termina, Fina se muestra confundida y abrumada, preguntándole a Marta por qué lo ha hecho. Marta la mira con ternura y le responde con total sinceridad: “Te beso porque te amo y no puedo evitarlo”.
A pesar de la fuerza de sus palabras, Fina no puede evitar sentirse inquieta. Aunque también ama a Marta, la inminente boda con Pelayo le genera dudas. ¿Todo seguirá igual entre ellas? Marta le asegura que sí. Su matrimonio es solo un acuerdo estratégico del que todos saldrán beneficiados. Sin embargo, Fina no está completamente convencida. Se pregunta si realmente todo lo que han sacrificado valdrá la pena.
Intentando cambiar de tema, Fina menciona a la madre de Pelayo y se cuestiona cómo reaccionará ella. Marta, con calma, le explica que la mujer ya sabe la verdad sobre su hijo, por lo que no será un problema para sus planes. A pesar de esto, Fina sigue escéptica y, con tono burlón, comenta que, aunque esté informada, una suegra siempre será una suegra. Incluso bromea con la idea de que pronto la madre de Pelayo podría empezar a pedirles un nieto.
Marta, sin perder la compostura, le explica que tener hijos solo complicaría las cosas y que, dada su edad, nadie se sorprendería si no los tienen. Sin embargo, admite que con el tiempo podrían surgir rumores. Ante esto, Fina, en un tono provocador, sugiere que quizás ella también debería casarse y formar una familia. Por un momento, Marta se alarma, pero se relaja cuando Fina le asegura que solo estaba bromeando.
Cambiando completamente el tema, Marta le informa que han contratado a alguien nuevo para la tienda y quiere que ella se encargue de entrenarla. Cuando revela que se trata de Gema, la esposa de Joaquín, Fina no puede ocultar su sorpresa y exige una explicación. No entiende por qué la esposa del hombre que le arrebató el puesto a Marta debería ahora trabajar con ellas.
Marta, con paciencia, le explica que Gema quiere sentirse útil nuevamente y que podría ser una empleada valiosa. Pero Fina no lo ve de la misma manera. Argumenta que Gema no tiene cabida en la tienda y mucho menos como una empleada más. Marta, firme en su decisión, le pregunta si realmente necesita darle explicaciones o si simplemente le hará este favor.
Fina sigue resistiéndose. No quiere tener a Gema cerca todo el día, pero Marta lo toma con humor y le dice que quizás sería bueno que Gema empezara en el almacén para luego asumir más responsabilidades. Fina, aún incómoda, le recuerda que ver a Gema vestida de sirvienta en su casa fue extraño y que, en lugar de alejarla, ahora la trae a su tienda.
Marta responde con seguridad, asegurando que sabe lo que está haciendo. Fina, frustrada, admite que a veces ni siquiera sabe por qué dice ciertas cosas. Marta insiste en que, pese a todo, Gema es familia y será una gran ayuda en la tienda mientras Carmen esté ausente.
Fina la desafía preguntándole qué pasará cuando Carmen regrese. Marta le explica que para entonces Carmen se enfocará en la expansión internacional, mientras que ella supervisará la apertura de nuevas tiendas en España.
Aún reacia, Fina sugiere contratar a alguien de la fábrica en su lugar. También le advierte a Marta que la presencia de Gema podría ser peligrosa, ya que es demasiado observadora y podría descubrir la verdad sobre su relación. Marta le recuerda que Claudia nunca sospechó, pero Fina no se deja convencer. Claudia era despistada, dice, mientras que Gema es mucho más astuta.
Marta reconoce el riesgo, pero cree que solo deberán ser más cuidadosas. Fina, aunque todavía insegura, se disculpa por sus dudas. Para cerrar la conversación, Marta la besa una vez más y se marcha, dejando a Fina pensativa y con un sinfín de interrogantes sobre lo que les depara el futuro.