La conversación entre Marta y Fina está cargada de emociones y revela la lucha interna de ambas entre el amor, el deber y el sacrificio personal. Marta se acerca a Fina con preocupación y le menciona que ha notado que evitó la cena familiar, prefiriendo comer sola en su habitación. Fina no oculta la verdad y le confiesa que cada vez le resulta más difícil sentarse a la mesa con todos y fingir que nada está ocurriendo.
Con un suspiro, Fina le revela que esa misma mañana, justo antes de que entrara Julia, sintió un deseo incontrolable de dejarlo todo atrás y huir con ella. Marta la mira con comprensión y admite que siente lo mismo, pero la realidad las obliga a enfrentar sus responsabilidades. No pueden simplemente escapar de sus vidas, por mucho que deseen hacerlo.
Marta, con voz firme, le recuerda a Fina que tiene compromisos que no puede abandonar. Fina, por su parte, le asegura que jamás le pediría que lo hiciera, pues comprende que sus deberes la atan a su presente. Ambas saben que lo que sienten no puede cambiar la situación en la que se encuentran.
Tratando de consolarla, Marta le dice que cuando tenga a su hija en brazos, todo será más fácil. Fina asiente, pero confiesa su temor: el precio de reprimir sus sentimientos podría ser demasiado alto. No quiere vivir con el arrepentimiento de haber elegido una vida basada en el sacrificio, pero espera que su decisión valga la pena si con ello su hija crece feliz.
Para Fina, la felicidad de su hija dependerá de lo que ellas decidan en el presente. Marta, aunque en conflicto, acepta esta verdad y le asegura que, aunque su sacrificio dure años, con el tiempo todo cambiará. Incluso sugiere, con una chispa de esperanza, que quizá en el futuro podrían reencontrarse y estar juntas.
Fina sonríe con ironía y le responde que no tiene intención de convertirse en una anciana esperando veinte años. Sin embargo, en su mirada hay un atisbo de anhelo. Marta, más que nada, desea verla libre y segura, pero teme que su hermano Jesús nunca le permita ser feliz.
Fina, con determinación, la tranquiliza: Jesús ya no es un problema para ella. Aun así, le asegura que se mantendrá alerta, vigilándolo de cerca para garantizar que no pueda hacer daño ni a ella ni a nadie más.