La calma de Orhan se ve interrumpida cuando Fuat irrumpe en su despacho, visiblemente inquieto. “¿Y si alguien descubre lo que hemos hecho sin que el abuelo lo supiera?”, pregunta con temor en la voz. La posibilidad de que su secreto salga a la luz lo atormenta, pero Orhan, con su característico control, le exige que se calle y deje el asunto en el pasado.
A pesar de las palabras de su padre, Fuat no puede evitar sentirse frustrado. “A Ferit no quieres meterlo en esto, pero a mí sí”, le reprocha, dejando entrever su creciente resentimiento. Orhan intenta apaciguarlo, recordándole que en su momento tuvo la opción de negarse y, aun así, aceptó. “Eres mi mayor apoyo en la familia, la persona en quien confío”, le dice, intentando suavizar la conversación.
Pero esas palabras no son suficientes para aliviar el dolor de Fuat. Se siente relegado, eclipsado por la figura intachable de Ferit, el hijo predilecto. “Siempre ha sido el chico de oro de la familia”, lamenta con amargura. Su tristeza va más allá del secreto que comparten con su padre: está marcada por su propia lucha personal. “Para todos, mi único problema es que no puedo tener un hijo”, confiesa, dejando salir su angustia.
La herida se profundiza aún más cuando se pregunta si, el día en que Ferit se convierta en padre, el abuelo le otorgará todo su reconocimiento, dejándolo aún más en la sombra. Sus inseguridades y la preferencia evidente por su hermano han desgastado la relación entre ambos, convirtiendo la rivalidad en un abismo cada vez más difícil de cerrar.
¿Lograrán Fuat y Orhan mantener su secreto oculto? ¿O las tensiones familiares acabarán sacando todo a la luz?