Begoña destroza a Jesús con una dolorosa verdad: “Te has ganado a pulso que nadie te quiera”
Jesús vuelve a causar problemas al revelar a María que Begoña visitó a Andrés en prisión, lo que desata un enfrentamiento feroz entre la enfermera y su cuñada. La tensión entre ambos estalla cuando Begoña, indignada, le reclama a Jesús por haber contado su secreto, provocando una discusión cargada de reproches y resentimientos.
Begoña sigue convencida de que Jesús está involucrado en la detención de Andrés y le recrimina su profundo odio hacia su propio hermano. En ese momento, Jesús se sincera y confiesa que, desde su nacimiento, Andrés siempre le ha quitado todo lo que le importaba: el afecto de sus padres, el amor de su esposa e incluso su posición en la fábrica. Para él, la desgracia de Andrés es motivo de alegría.
Sin embargo, Begoña no se detiene ahí. Con una frialdad aplastante, le lanza una verdad que hiere profundamente a Jesús: todos apoyan a Andrés porque lo quieren, pero si él estuviera en la cárcel, nadie movería un dedo por él. Le dice con crudeza que se ha ganado con creces que nadie lo quiera.
Jesús, destrozado por estas palabras, no puede contener las lágrimas en cuanto Begoña se marcha, dejándolo solo con el peso de su propio resentimiento y la realidad de su soledad.
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